La tortura de ir al veterinario

La visita al veterinario siempre se convierte en una tortura tanto para los animales como para sus amos. Y es que no importa que tu mascota sea un perro, un gato o hasta un conejo, todos ellos aprenden en qué consiste eso de «visitar al veterinario».  Y, por supuesto, a ninguno les gusta la idea. La actitud de los animales es comprensible. ¿A tí te gusta ir al médico? Seguro que respondes que no. Para las mascotas, veterinario es sinónimo de daño y dolor. Aunque evidentemente, supone un trámite necesario.

Mimos para el paciente más especial

Seguro que tu mascota, en especial si es un perro, ya se conoce el camino de ida hacia la consulta del veterinario. Y seguro que, en cuanto llegas a la puerta, se apoltrona y frena en seco. Puede que incluso se niegue a pasar de la puerta. Entiéndelo, pobrecito.  Pinchazos, el incómodo termómetro, el manejo de su boca, un sin fín de actividades molestas para él.

Con un animal hay que actuar igual que cuando intentamos que un niño se enfrente  a sus miedos para superarlos: con absoluta calma e ignorando sus berrinches. Y es que si te comportas completamente normal, tu mascota aprenderá que no hay motivo para tener miedo.  Ser un amo sobreprotector es malo para la mascota.

Para relajarse, vendrá bien dar un largo paseo antes de ir al veterinario. Y por supuesto, colmar de mimos y recompensas a la mascota antes, durante, y después de la consulta veterinaria. Eso sí, las recompensas únicamente cuando esté relajado, y nunca si está nervioso.