Uno de los horrores mayores para todo sueño de un gato (tras el temor a la enfermedad, se entiende) es encontrar una maldita pulga recorriendo el cuerpo del animal.
Y es que la presencia de un ejemplar indica que, muy probablemente, haya una plaga extendida por el pelaje. En el caso de las pulgas, además de que son desagradables y molestas, tanto para el hombre como para el gato, pueden provocar enfermedades.
Las picaduras de las pulgas pueden provocar alergia en nuestra mascota. Por el carácter aventurero del gato, aficionado a las escapadas y a relacionarse con gatos callejeros, es importante extremar las precauciones, pues son más propensos que los perros a padecer pulgas.
Cuanto antes, mejor
Es aconsejable acostumbrar al gato desde pequeño al baño. De este modo podremos controlar que el animal recibe una higiene adecuada. Existen champús que combaten y previenen las plagas de parásitos externos. Además, cepillarlo con frecuencia es una manera de observar si hay inquilinos indeseables en su pelaje.
En el mercado venden collares antiparásitos, pero hay personas reacias a su uso, especialmente si el gato acostumbra a quitarse los collares o pasa tiempo sin supervisión, por miedo a que el animal se quede enganchado y se ahorque con el collar. O incluso existe el temor a que coma o muerda el collar y se intoxique.
Lo ideal es que el veterinario nos aconseje qué producto específico, en función de la edad y del peso del gato, es ideal para él. No todos los productos son aptos para gatos, aunque creamos que por ser de perro le servirán. Perro y gatos son dos mundos separados.