A pesar de que el organismo de los gatos suele ser más resistente que el de los humanos, no quiere decir que estén exentos de padecer enfermedades como la diabetes y la hipertensión felina, muy comunes en los gatos con un estilo de vida sedentario.
Indice
La diabetes y la hipertensión son enfermedades bastante comunes en las personas, las causas de las mismas pueden ser genéticas, malos hábitos en el estilo de vida, o en el caso de la hipertensión, estar relacionada con otra enfermedad.
Lo que muchos desconocen es que al igual que los seres humanos, los gatos también son propensos a padecer este tipo de patologías y por las mismas razones. No obstante, la detección de dichas enfermedades puede ser complicada, por tal razón, hablaremos todo sobre la diabetes y la hipertensión felina.
Diabetes en gatos
La diabetes en gatos, también conocida como Diabetes Mellitus, es más común de lo que se cree, y llega a afectar a felinos de cualquier edad; aunque los machos, por encima de 6 años y con sobrepeso, tienen mayores probabilidades de desarrollar la enfermedad.
Igual que en las personas, se distinguen dos tipos de diabetes:
- Tipo 1, insulina dependiente. Un mal funcionamiento del páncreas es su causa.
- Tipo 2, Insulina no dependiente. Las células desarrollan resistencia a la insulina. Es la más común en los gatos.
Síntomas
La forma más segura para detectar la diabetes, es mediante la medición de los niveles de glucosa en la orina o la sangre. Un rango normal es 3,6-8,6 mmol/l o 65-155 mg/dl; mientras que si los niveles son superiores a 12 mmol/l o 280 mg/dl, se confirma el diagnóstico de diabetes felina.
Sin embargo, los gatos diabéticos suelen manifestar alteraciones en su comportamiento y en su aspecto, siendo los siguientes síntomas a los que los dueños deben prestar atención:
- Pérdida de peso, aunque el gato coma en abundancia.
- Pelaje áspero.
- Halitosis.
- El gato orina con mayor frecuencia de lo habitual.
- Ingiere agua en exceso.
- Disfunción nerviosa.
- Infección urinaria.
- Problemas con el hígado.
Asimismo, pueden mostrar debilidad, náuseas, vómitos, falta de apetito, y en el peor de los casos, caer en coma.
Tratamiento
Con respecto al tratamiento, este dependerá del tipo de diabetes que padezca el felino. En caso de ser tipo 1, será necesaria la administración de insulina; pero si es del tipo 2, puede controlarse a través de un cambio de hábitos, con mejor alimentación y ejercicios, aunque puede requerirse la administración de insulina.
Hipertensión felina
La hipertension en gatos, por lo general, está asociada a la presencia de otra enfermedad que puede causar alteraciones en la presión arterial, como por ejemplo diabetes, problemas renales, sobrepeso o sedentarismo; asimismo, puede aparecer en gatos mayores.
Los valores normales de la presión arterial son los siguientes:
- Presión sistólica (PAS) entre 120 y 180 mmHg.
- Presión diastólica (PAD) de 60 a 100 mmHg.
Cuando estos números suben a 160/100 mmHg, se evidencia una hipertensión, y si llega a los 180 mmHg, se trata de un caso grave. Cualquiera de ellos puede resultar perjudicial para el minino, debido a que los órganos son los que sufren los efectos, como por ejemplo: los ojos, el sistema nervioso, cerebro, riñones y corazón.
Síntomas
Una detección temprana de la hipertensión puede evitar que se generen daños en los órganos de la mascota, y aunque generalmente se presentan como síntomas de otra enfermedad, es difícil identificar que la presión está alta. Sin embargo, el gato suele mostrar algunas señales que pueden alertar al dueño, tales como:
- Nerviosismo, apatía, hiperactividad o tristeza, hacen que el felino se oculte.
- Poco uso de la caja de arena.
- Orine con sangre.
- Sangrado por la nariz.
- Pérdida de apetito y peso súbitamente.
- Ceguera, pupilas dilatadas, hemorragia ocular, movimientos constantes y extraños de los ojos.
- Desorientación, problemas de movilidad.
- Convulsiones o problemas cardíacos.
Tratamiento
Finalmente, es importante mencionar que la hipertensión es una enfermedad que aunque no se puede evitar en su totalidad, sí se puede prevenir. Para ello, lo ideal es proporcionarle al gato un estilo de vida saludable, como alimentación equilibrada, actividad física regular, y por supuesto, control periódico con un médico veterinario.